sábado, 9 de mayo de 2015

Curiosidad

Desperté en una bañera sumergido en una sangre espesa que supuse mía y lo primero que hice fue pararme. Creí que me estaba desangrando sin sentir dolor. Me inspeccioné todo el cuerpo y no tenía nada, ni un rasguño. La habitación estaba completamente vacía. Revisé las demás y los encontré a todos ellos, en la misma postura que yo, sólo que no despertaron. No respondieron a ningún llamado. Nunca más. No quise revisar sus cuerpos porque sabía qué se escondía detrás de ellos. Quien quiera que se haya dedicado a realizar tal fatal tarea se había asegurado que quede yo para contarlo. Y así como sabía a la perfección dónde cortar un cuerpo para que sangrara más, también sabía que no diría ni una sola palabra a nadie. Todos sus secretos culminaban en mí.
Cuatro niños en penitencia mirando hacia la casa de al lado. ¡Si hubiesen sabido nuestras madres, amábamos ese escarmiento! Como policías que esperan fuera de la casa del acusado el acto que compruebe sus sospechas, así pasábamos las horas. Lo mirábamos caminar, nos deteníamos en cada acto. Aguardando la conducta errónea, el falso movimiento, la prueba que comprobara que el hombre estaba loco y escondía una faceta fatal.
Logré secarme las lágrimas que brotaron en un grito ahogado de asco y desesperación. Corrí hacia adelante y trastabillé al escuchar el sonido de las llaves. Abrió la puerta y me miró con una tranquilidad indescriptible. Atiné a golpearlo sin resultados. No tenía fuerzas. No sabía cuánto tiempo llevaba allí. Estaba escuálido, consumido como quien no come por meses. Me miró fracasar y me acostó con cuidado en una cama vieja y oxidada. El hambre no me dejaba pensar con claridad. Desapareció de mi vista y volvió a aparecer con una especie de bisturí construído a mano.
Crecimos y nos encontramos comprando linternas y binoculares. Armados de herramientas para el espionaje y la investigación, queríamos ser vistos como los detectives que develarían el secreto mejor guardado. Los juegos nos obsesionaron. La curiosidad nos hizo entrar a la casa. Todo sucedió muy rápido, secuencias de imágenes que se reproducen todo el tiempo en mi cabeza. El hombre actuaba de esa forma por una razón. Cuidaba a su esposa enferma, conectada a una cantidad extrema de cables, luchando por su vida. Éramos jóvenes potencialmente soñadores que creábamos historias en donde no las había y uno de nosotros desconectó accidentalmente los cables. La repercusión fue inmediata y él no volvió a salir de la casa. Ya no era el raro hombre de al lado sino que su actitud se había vuelto aún peor.
Jugaba en mi piel haciendo cortes tan ligeros que apenas puedo describirlos, trazaba líneas cual esbozos de un dibujo que no terminaba nunca y las gotas rojas tardaban pocos segundos en asomarse y caer.
Ya no me encontraba preguntándome por qué a mi, todos sabemos a esta altura quién desconectó los cables sin desearlo. ¿Podría acaso juzgarlo? Su actitud es discutible, le quitamos lo más preciado de su vida, aquello que había cuidado al punto de aislarse socialmente para dedicarse por completo.
Vi los cables, ambos al mismo tiempo esbozamos una sonrisa. Tenía deparado para mi el mismo final. Las mutilaciones, el hambre, sólo eran una mínima parte de la expresión de su odio. Me enfermaría para cuidarme y, un día, de repente.. soltaría los cables.

https://www.youtube.com/watch?v=Pk7mGoKD2sg