miércoles, 5 de agosto de 2015

Primeros pasos

- ¿Otra vez vos acá?
- Hoy estoy disfrazado de cordero. Quiero desentrañar todos los secretos que no te animas a contar de un modo amable y pausado.
- A mi no me engañas.. Seguís teniendo la misma expresión del cazador que aguarda el momento perfecto para el ataque. Queres verme vulnerable. No te preocupes, ya vas a encontrar mi momento de inflexión.
- Te diste cuenta de que cada vez escribís más seguido ¿no?
- ¡Ay lobo! Deja de seguir mis pasos con esa exactitud sombría.
- Tranquila, estoy buscando un entretenido infierno disfrazado de paraíso para que puedas aprender un poco más.
- Hay algo muy dulce en tu extraña manera de controlar mis actos. A lo mejor sólo seas un cordero herido en el disfraz de un lobo.
- La bondad y la maldad no caben en el mismo lugar.
- Tampoco en lugares distintos. Se necesitan una a la otra para existir.
- Vos y tus mecanismos de persuasión que me ponen nervioso..
- Esta pulseada te la gané lobo. Hoy estoy de buen humor.

Encontré una curiosa peculiaridad. La simpleza en las palabras del autor. Es bastante extraño. Al tener esos aires de escritura sofisticada, de encontrar un discurso indescifrable, inalcanzable.. esta historia me demuestra que el éxito de esta labor no se encuentra en la arrogancia de las oraciones, ni en el lenguaje complicado para sorprender. Todo lo contrario. Del relato me cautiva la simpleza. Utiliza palabras cotidianas y eso lo convierte en algo todavía más maravilloso de lo que ya es por sí mismo.
Inmediatamente mi mente lo relaciona con el transcurso de la vida y cómo buscamos la felicidad a través de trayectos demasiados complicados, para luego, en la última etapa de la vida, que alcanza los mayores conocimientos del camino, comprender el valor de la simpleza, tal y como es.
Las gotas golpean contra la ventana creando una atmósfera especial. Sigo utilizando palabras engorrosas para sorprender a la bonita audiencia que ansío tener. Pero ahora escribo con los ojos cerrados. Las palabras caen, una a una. Aparecen y pasan por mi mente, como un vehículo que apenas se puede percibir alcanzando velocidades máximas. Esa sensación tengo cada vez que escribo. No importa sobre qué. Es la acción. A algunos se las produce el correr, a otros el nadar, a otros el bailar. Cada uno encuentra su catarsis de manera distinta. Estar inmersa aquí puede ser bueno o terriblemente malo porque mi mente no descansa. Como si fuera un jugador de ajedrez que intenta adelantar sus cinco próximos movimientos, mi psiquis intenta adelantar lo próximo sin concentrarse en el momento. Cada vez hablo menos para escuchar más. Porque después, indefectiblemente, escribo.

Las camas desordenadas de repente se ordenaron y la música empezó a sonar de un lugar sin precedentes. La pasión sin embargo estaba intacta. El alcohol ayudaba a esa lujuria desmesurada que los hacía bailar en sinfonía. Él es un poeta y eso simplemente lo explica absolutamente todo.

https://www.youtube.com/watch?v=DUWGCWJc_FQ

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